Una de las frases más repetidas en las empresas hoy es: “Ya nadie quiere comprometerse.”
Las nuevas generaciones no tienen problema en darlo todo… cuando vale la pena. Y ahí está el punto. Lo cuestionan todo. No se entregan a ciegas. No creen en promesas sin coherencia.
Y eso no es debilidad. Es lucidez. Ya no sirve decir: “ponte la camiseta”.
Quieren saber qué representa esa camiseta, a qué los invita, si los respeta como personas, si los desafía como profesionales.
Y si no hay respuestas claras, simplemente no se quedan.
No es falta de compromiso. Es una demanda de sentido.
El problema aparece cuando las estructuras de trabajo siguen diseñadas para una lógica antigua:
- Trabaja primero, entiende después.
- Quédate callado, ya aprenderás.
- Lo importante es que obedezcas.
Eso ya no funciona.
Hoy, el compromiso se activa con claridad, participación, propósito y visión compartida. No con órdenes ni motivación forzada.
Y aquí entra el Modelo Operativo de Talento —M.O.B.— No como un documento técnico, sino como una herramienta que permite traducir el propósito en estructura real, definir roles con sentido, y alinear lo que la empresa dice con lo que de verdad se vive.
Cuando un Milenial o un Gen Z entra a una organización y no entiende cómo su trabajo conecta con algo más grande, desconecta.
Cuando tiene ideas y nadie las escucha, desconecta.
Cuando no siente que lo ven, que lo consideran, que forma parte real del todo… desconecta.
Y no porque no quiera. Si no porque no le enseñaron a obedecer sin pensar. Y eso, bien gestionado, no es un problema. Es una oportunidad.
El compromiso sigue ahí, pero pide otra cosa.
Pide estructura, coherencia, participación y evolución constante.
Y eso solo es posible cuando dejamos de improvisar… y empezamos a diseñar sistemas donde el talento pueda ser él mismo, no una versión reducida para encajar.
Quizás no te falta talento.
Te falta un modelo que lo sepa activar.