(Spoiler: A veces lo valoramos cuando ya se fue)
En muchas organizaciones, el talento sigue siendo invisible hasta que deja de estar. Nos acostumbramos a que ciertos perfiles “resuelvan”, a que las cosas simplemente salgan, sin detenernos a entender quién lo está haciendo posible ni qué condiciones necesita esa persona para seguir aportando.
Y cuando se va… todo se nota.
El sistema cruje. Las tareas se estancan. Las decisiones se retrasan. Aparecen los vacíos que antes no veíamos porque alguien los llenaba sin hacer ruido. Y entonces, en medio del caos, surge la pregunta: ¿por qué no lo vimos antes?
El problema no es nuevo, pero sigue vigente: muchas empresas no cuidan el talento, solo reaccionan cuando lo pierden. No porque no lo valoren, sino porque nunca se tomaron el tiempo de entenderlo. De saber qué lo motiva, qué lo frustra, qué lo conecta.
Hoy, más que nunca, esto es urgente. Confundimos la falta de compromiso con la necesidad de tener un propósito.
Decimos que “la gente ya no aguanta nada”, cuando en realidad muchos están buscando espacios donde puedan aportar en serio, sentirse parte, tener voz, no solo ejecutar. El compromiso sí está… solo que necesita dirección y sentido.
Cuidar el talento no es solo retener. Es anticiparse. Es construir estructuras donde las personas tengan claridad, proyección, y un lugar real dentro del sistema.
Es preguntarte:
- ¿Quién hace posible que hoy funcione la operación?
- ¿Qué pasaría si esa persona se va mañana?
- ¿Alguien más puede asumir su rol sin que todo se tambalee?
Ahí entra el Modelo Operativo de Talento —M.O.B.—
No como un documento más, sino como una forma de entender el presente, preparar el futuro y evitar que la estrategia dependa de la suerte.
Un MOB bien construido te permite ver más allá de los cargos. Te muestra los flujos, las dependencias, los puntos ciegos y las oportunidades de crecimiento dentro del equipo.
Te da herramientas para dejar de improvisar.
Porque cuando el talento se va, lo que duele no es solo la vacante. Lo que duele es darnos cuenta de que nunca supimos cómo cuidarlo.
Y a veces, el liderazgo no se mide en discursos inspiradores, sino en la capacidad de anticipar… y construir entornos donde la gente quiera quedarse.
